La genealogía
histórica y psicológica de la tradición occidental da unidad a la compleja obra
nietzscheana. A esta luz hay que ver sus grandes temas: nihilismo, eterno
retorno, superhombre. Ello acerca a Nietzsche al “típico producto postidealista
de ascendencia ilustrada, o filosofías de la sospecha”.
No pretende elaborar ni cambiar un sistema
de verdades, sino una modificación radical del umbral de conciencia, desde el
que se determinan los problemas.
Sobre Grecia: fundamento cultural de la
tradición occidental, idea en la que Nietzsche introduce ciertos
desplazamientos para modificar su sentido y valor.
Diagnóstico de nuestra cultura y su
desarrollo oculto. Nietzsche se autodenomina el papel de cronista del advenimiento
necesario del nihilismo. El nihilismo es la consecuencia del proceso
civilizatorio de occidente (de su religión, metafísica y moral), en cuanto
proceso de progresivo auto-desenmascaramiento de valores, realidades supremas y
criterios. Son nuestros propios valores, los modernos, los que extraen en el
nihilismo su última consecuencia. El “todo carece de sentido” es “la lógica
pensada hasta el final de nuestros propios valores e ideales, algo que es
necesario experimentar”.
La tradición
occidental
La tradición que
Nietzsche desenmascara es el poderoso resultado del entretejimiento de tres
factores: la ratio socrática, el platonismo, y el cristianismo.
Crítica al hombre histórico: en sus
comienzos el hombre es conformado como hombre teorético, contemplador de la
vida. Este presupuesto del pensamiento filosófico se encuentra en la evolución
general de la tragedia griega. Teatro y teoría comparten la misma raíz. El
mismo proceso ocurre en el orden de lo religioso
Crítica a la actitud vital: al hilo de una
transformación en los tres ámbitos, el hombre asume la actitud de espectador, y
se forma su propia representación (teorética) sobre lo que conoce: desde las
condiciones de vida hasta el destino se constituyen como objeto de
contemplación para el sujeto. Un sujeto que al mismo tiempo es libre de
destino. La teoría evoluciona junto a este ámbito de “ficción”.
Crítica de la tesis “positiva”: la ficción
del no-destino se manifiesta como acceso a las “verdades eternas”, es decir, la
tesis por la cual lo verdadero no es lo que se nos aparece, sino que es
necesario distanciarse del mundo material, la vida inmediata, para alcanzar la
verdad. Esta tesis implica que las cosas no son como se nos aparecen, sino lo
que una teoría podría decir sobre ellas. Esta sobrevalorización del acceso
lógico o teórico a lo verdadero conlleva proporcionalmente una negación de la
vida y del mundo en nombre del “mundo verdadero”
Crítica al platonismo: interesa la teoría
general en la que ha de ser explicado por qué determinadas acciones deben ser
hechas (en términos absolutos). Una acción no debe ser realizada por sí misma,
sino por la justicia. El enjuiciamiento debe ser realizado desde un punto de
vista general, que coincida con todas las acciones. La visión teorética de la
idea de justicia depende del presupuesto de visibilidad de conexiones de acción
de la configuración de la polis. En virtud de una subordinación de lo
particular a lo general (las acciones a la justicia), se dice que lo verdadero
es la idea general que solo puede aprehenderse en una actitud intelectual pura.
Los filósofos capaces de ello deberían ser reyes. El estado debe ser pensado a
partir de la idea general, en virtud de la cual se han de dar las “políticas prácticas
o empíricas”. En igual contexto teórico surge la ciencia como configuración lógico-teórica
del mundo y reflexión sobre las verdades generales.
La posición de Nietzsche: el presupuesto
de lo particular bajo lo general descansa sobre una ficción. En las
teorizaciones (esquema de explicación), tanto de ámbito moral como científico,
late ya el nihilismo. Un nihilismo que consiste en decir que algo es distinto
de cómo se percibe de modo inmediato. El nihilismo surge en principio como
depreciación de la vida inmediata: radica en decir que lo que es, no es lo que
se aparece, sino la correspondiente explicación, sobre todo
científico-natural-matemática. Esta reducción a efectos del dominio de la
realidad mediante la explicación es expresión de una voluntad de poder.
Crítica al pensamiento simplificador: toda
explicación es una simplificación. Identifica sistemáticamente la expresión
explicada con la expresión explicativa, reduciendo así la multiplicidad
lingüística. El uso del lenguaje como instrumento manipulable tiene, en
realidad, la consecuencia de la perdida creatividad y sentido (color) que se le
da a la vida.
Crítica a la actitud teorética: ¿Cuál es
su valor para la vida? Pretende dominar y convertir en disponible su objeto
material, la naturaleza y la vida, reduciéndolo todo a leyes. El propio lenguaje
es reducido a una gramática que se aprende durante la formación en y hacia una
subjetividad general y una determinada orientación vital-cultural. Orientación
que se fundamenta en la voluntad de poder.
Crítica del enjuiciamiento del canon
europeo: el enjuiciamiento moral y la correspondiente actitud clasificatoria
(bueno-malo) son percibidos por Nietzsche como voluntad de poder (dentro del
marco general de lo particular bajo lo general). El pensamiento moral es
voluntad de poder, y su sustancia última es nihilista, en la medida en que se
dirige contra otras personas, puntos de vista u otras jerarquías. Esto es,
ontologiza y absolutiza el propio modo de enjuiciamiento.
Platonismo para
el pueblo
También el
cristianismo, en cuanto platonismo para el pueblo, cae bajo el veredicto del
nihilismo, en la medida en que en él se institucionaliza y difunde el
pensamiento moral. Un pensamiento que en su “estadio final” tiende a
autonegarse y lleva consigo una desvalorización de todos los valores por él
creados, que apurando su lógica llevará al abandono de categorías como fin,
unidad o ser.
La hipótesis cristiana de la moral ha
conferido al hombre un valor absoluto, en contraposición a su pequeñez y
contingencia en el devenir. Da también un sentido al mal y la miseria. La moral
cristiana prepara al hombre un saber de valores absolutos, impidiendo que el
hombre se despreciara, que tomara partido de su impotencia inicial contra la
vida. El cristianismo ha sido “el gran antídoto” contra la tentación nihilista
primaria.
Más allá de lo bueno y lo malo, la
interpretación moral hace del mundo algo “insoportable”. La historia moral del
cristianismo se ha expresado en una voluntad de poder mediante la que los
esclavos y los oprimidos, los mediocres, fracasados y atormentados han impuesto
los juicios de valor más favorables para ellos.
El cristiano es el animal doméstico,
opuesto al tipo superior y digno de vida del hombre, erguido sobre la tierra,
con el gran sí en sus labios. El cristianismo ha hecho guerra a este tipo superior
de hombre, ha proscrito los instintos fundamentales (los que Nietzsche juga
como humanos en el sentido más pleno), y ha extraído de esos mismos instintos
el mal. El cristiano ha tomado partido por lo débil, ha hecho un ideal de la
contradicción a los instintos de conservación de la vida fuerte. El
cristianismo ha hecho sentir como pecaminoso los valores supremos de la
espiritualidad.
Nietzsche defiende la concepción de la
vida como crecimiento, duración, acumulación de fuerzas, de poder
Vinculación Nihilismo-cristianismo: la
compasión, el rasgo central del
cristiano, es la praxis del nihilismo (-cristiano): un intento depresivo y
contagioso que obstaculiza los instintos que tienden a la conservación y
elevación de la propia vida. Se trata de un instinto bajo que tanto como
multiplicador de la miseria, como conservador de lo miserable, es un
instrumento capital para la intensificación de la decadence.
En el cristianismo Nietzsche vislumbra una
religión nihilista en la que late oculta una moral reactiva, inspirada en
última instancia por una moral decadente, que ha llegado al hombre europeo de
modo poderoso y recurrente en los ideales ascéticos, que en definitiva son un
intento de hacer la vida débil.
En la religión se descifra el conjunto de
medios morbosos a los que el hombre recurre para confrontar su enfermedad.
Si la religión encuentra su razón de ser
en el miedo, también es cierto que el miedo nace en el momento en que el hombre
se enfrenta a sí mismo y siente su incapacidad para autoafirmarse en un mundo
hostil. También habla de miedo a la naturaleza, sobre la que el hombre intenta
imponerse. De ahí el papel del culto y la magia.
Deidad, gramática, nihilismo
negativo
Crítica gramatical: en
el orden al que algo es dicho como algo diferente de lo que es, siendo
subsumido bajo un concepto que debe satisfacer. El esquema gramatical es el
modo en el que se mueve el pensamiento, algo a lo que no tenemos alternativa.
De librarnos de él, dejaríamos de pensar.
La
filosofía greco-platónica lo reelaboró, en un principio, a partir de la
gramática especial indogermánica, y lo convirtió, absolutizándolo, en el
esquema del pensamiento. Un esquema elevado a conciencia, primero en el ámbito
académico, y luego en el cristianismo.
Ontología
moral de lo general: la actitud vital del hombre teorético se, por su esquema,
universalizada, sobre todo en el ámbito moral. Lo individual es remitido y
sometido a una ley moral general, y con ello es negado en su realidad. Este
sentido de nihilismo negativo lo extrapola Nietzsche a toda la historia del pensamiento occidental.
Nihilismo
negativo: preparado por la ratio socrática, despliegue platónico y consumado en
el cristianismo. Al no ser situado el centro de la vida en la vida, sino en el
más alla, se priva a la vida de un centro de gravedad.
Nihilismo
reactivo: propio del momento de la consciencia en el que el hombre asume el
lugar y la función del dios muerto. Se identifica con la tesis de que no hay
constitución absoluta de las cosas, ni cosas-en-sí. Nada posee valor, se trata
de un síntoma de fuerza por parte del sujeto valorador. En la medida en que se
confunde con la negación de la realidad verdadera, se podría considerar una
forma extrema de fenomenología
Nihilismo
pasivo: decadencia y retroceso del poder del espíritu, signo de debilidad y
fatiga, que emerge cuando la síntesis de valores y metas sobre la que descansa
una cultura fuerte se disuelve, de modo que los diferentes valores pasan
competir en un marco de disgregación.
Nihilismo
como síntoma: los desheredados carecen ahora de consuelo, por lo que destruyen
para ser destruidos. “esta es la forma europea de budismo, el hacer-no, una vez
que toda existencia ha perdido su sentido”.
Nihilismo
como estado normal: desvalorización de todos los valores supremos y matar a dios
a partir de un determinado momento histórico.
Nihilismo
radical: convencimiento de la insostenibilidad de la existencia, así como de
sus valores más altos. No tenemos el menor derecho a plantear un más allá ni un
en-sí de las cosas
Nihilismo
activo: signo de fuerza, un espíritu tan elevado que sus anteriores
convicciones le resultan inadecuadas. Ideal de supremo poderío del espíritu, de
la vida más exuberante; en parte destructivo, en parte irónico.
Nihilismo
consumado: una vez que la fe en dios y en un orden moral ya no resulten
sostenibles. Autonegación de la moral por razones morales. La moral se desvela
a sí misma como trama de ficciones utilitarias.
Nihilismo consumado y decadencia
del cristianismo
La crítica nietzscheana
no se autoconcibe como moral. Y no solo por situarse más allá de ese constructo
ilusorio y “funcional”, sino porque considera vivir en una época donde la moral
se consume y pierde sentido y validez. Pierde su funcionalidad vital.
Mientras
el pensamiento occidental pudo creer que lo general es la verdad frente a lo
particular, pudo ser fuerte, ganar todo el terreno. Alentó grandes
configuraciones culturales. El descubrimiento de su carácter nihilista y de la
naturaleza última de la lógica de la decadencia, debilita su fuerza. El hecho
de que haya llevado esa lógica hasta sus últimas consecuencias es precisamente
donde se reconoce su carácter nihilista. El proceso ha sido también el de la
negación (y autonegación) de la propia moral por razones morales.
La
propia moral cristiana termina con el cristianismo porque la moral predica como
valor fundamental el “usar metáforas acostumbradas, mentir según una convención
fija”, que acaba constituyéndose como fuerza negadora de la propia moral
Crítica
de la genealogía: cataloga sus rasgos: negación del mundo real en nombre del
mundo verdadero, desconfianza ante las pasiones y lo instintivo, idea de ser
como uno o cosa-en-sí, búsqueda de garantías del orden establecido,
debilitación de la vida y sumisión a un principio supremo, penetrabilidad cognoscitiva
del Todo por parte de la razón, tendencia a autoconstituirse en un sistema de
definición y fijación de deberes, carácter terapéutico, fruto de la impresión
de seguridad al precio de aceptar la autoridad.
Esta racionalidad evoluciona históricamente hasta
llegar al nihilismo consumado. El factor decisivo es la decadencia del
cristianismo. Cómo el mundo verdadero se convierte en fábula: la falsedad y
mendicidad de toda interpretación cristiana ha dado lugar a un abismo entre el
“dios es la verdad” y el “todo es falso”.
Pero
Nietzsche es consciente de que la penetración cognitiva en la sustancia
nihilista última del pensamiento europeo, su “desenmascaramiento”, no equivale
a la superación de su forma de vida. Pues al fin y al cabo, el esquema
lógico-gramatical de ese comportarse-en-el-mundo permanece inalterable. No es
posible sustraerse a este esquema de pensamiento.
Por
eso Nietzsche, que descifra la historia del pensamiento europeo, de raíz
socrático-platónica, y de la religión, en su entrelazamiento como nihilismo, se
autocaracteriza como primer nihilista consumado de Europa; porque es consciente
de que su desenmascaramiento y su elevación a consciencia teorética no
equivalen a su superación, sino que lo consuma, contrariamente, una vez más en
una repetición del esquema de la consideración teorética del mundo. Nietzsche
descifra el nihilismo como destino.
La
consideración teorética: cabe elevar a esencia la consciencia de la historia,
como hace en sus análisis histórico-genéticos. Cabe caracterizar esa historia,
pero cuando se hace surge una nueva imagen teorética del pensamiento, una
simplificación o teoría del propio pensamiento europeo. Lo que no resulta
posible, en cualquier caso, es sustraerse a la gramática, que determina
ontológico-moralmente el uso linguistico hasta la última frase. De pretender
sustraerse a la gramática, se perdería el propio concepto de pensamiento lógico
y de razón.
El no
poder sustraerse a la razón, por mucho que se eleve a consciencia su carácter
esquematizador, coloca al nihilismo en
la condición de filosofía trágica. Cuando el nihilismo es así autoconsciente,
se consuma. El nihilismo asentido que se hace cargo de sí mismo en mutua
relación trágica con la vida.
Muerte de dios y superación del nihilismo.
Todo
está al servicio de la vida. Para orientarse, los seres humanos inventan
hipótesis, imponen leyes.
La
vida es voluntad de poder. el mundo también es voluntad de poder (el mundo
dionisíaco que se “crea a sí mismo
eternamente y eternamente se destruye”
La vida
no se ofrece globalmente como un todo, ni puede, dada la esencia de todo
determinarse, hacerlo.
Economía
de la conservación de la especie, una economía despilfarradora e insensata: los
afectos acompañan la consideración teorética del mundo: la alegría por el mal
ajeno, la codicia… son instrumentos de esta economía.
Esquema
de la representación teorética: No se sabe, en efecto, por qué han sido
conformados estos afectos, ni para qué, pues para saberlo habría que salir de
la vida y acceder a la condición de teorético en un estado cuasi-divino. La
filosofía concibió a dios como teórico puro, situado más allá de toda
subjetividad y toda concepción, aunque capaz de traspasar los afectos humanos. Dios,
por tanto, fue concebido como absolutización del esquema gramatical básico de
la teoría y (de la posición del espectador no participante). Este es el dios
cuya muerte anuncia Nietzsche. Un dios pensado como causa de todas las cosas,
esto es, como una prolongación del esquema de nuestras explicaciones, en las que
reducimos todo a casos idénticos y a leyes. Un dios que siendo el resultado de
la absolutización del esquema lógico-gramatical, lo es también de la fe.
La
muerte de dios significa, aquí, que el concepto dios que refiere a la posición
teorética absoluta más allá de la vida, el concepto de dios así entendido, lo
es en y desde el nihilismo. Aquí queda superado el dios moral. Porque no tiene
sentido imaginarse un dios más allá de lo bueno y lo malo.
Las
exigencias morales dejan de valer tan pronto como se deja de creer en el
carácter absoluto de su pretensión. Pero las formas lingüísticas y las formas
del pensamiento son infranqueables, nos seguirán obligando aunque seamos
conscientes de su condición de mero esquema. Sencillamente porque no hay
alternativas a las mismas.
Por
tanto, se podría decir que no nos libraremos de dios mientras exista la
gramática, como Nietzsche mismo nos advierte. El nihilismo es así descrito como la fe insuperable en un dios ya muerto…
una filosofía común de la gramática que opera más allá de las diferencias de
contenidos cosmovisionales.
Así,
el nihilismo soporta el pensamiento de que es necesario superar a dios pero es
imposible eliminarlo.
Desde
la autocomprensión nietzscheana no cabe hablar de una doctrina asumible como
verdadera en todas sus proposiciones. Nietzsche apunta a una comprensión para
la que aún no hay esquemas ni conceptos, y que en su negatividad puede ser
llamada estética.
La
superación del nihilismo europeo: no puede ser, a su vez, objeto de una nueva
prescripción ni de un esfuerzo de hombre moral. Condiciones de posibilidad de
la superación: consideración de la ontología moral que condiciona el espíritu
europeo hasta en la estructura profunda del lenguaje y del pensamiento como
algo devenido, no absoluto, como la aceptación del nihilismo como destino. La
aceptación de la propia situación, de la época a la que hemos sido arrojados
El
Nietzsche positivo: la transvaloración de todos los valores y el ultrahombre.
La primera la concibe como acto de suprema autognosis de la humanidad, que
permitirá acabar con la consideración socrático-platónica del mundo (y la
mentira de orden moral que ha hecho de la vida algo culpable), posteriormente
una educación al hombre en la conciencia del devenir… será así al fin posible
una gran política. La transvaloración se concibe así como una inversión del
punto de partida: de la negación originaria de la vida de la interpretación
platónico-cristiana (que sería un cambio de sentido, no inversión, y que
mantendría la culpa, el pecado y el sacrificio), a la afirmación originaria a
la vida. La transvaloración conlleva una redefinición de lo bueno y lo malo.
Pero no en el sentido de una propuesta de valores (trascendentes) nuevos, sino
en el sentido de las virtudes o los valores afirmativos de lo individual-vital.
Valores vacíos de todo carácter absoluto y toda pretensión universalista. Lo
bueno es una invención, defensa y necesidad del hombre: bueno es cuanto eleva
el sentimiento de poder, malo cuanto procede de la debilidad. La felicidad es
el sentimiento de que el poder crece, de que una resistencia ha quedado
superada. La auténtica libertad solo nace del exceso de fuerza y se prueba
mediante el escepticismo. Liberados de las convicciones, accederemos a la gran
salud. Salud que atribuye al hombre libre, que no se somete a las convicciones,
ni cree en ficciones, con un poderoso sí.
La
gran política, que corresponde a esta gran salud, requiere o hará posible el
ultrahombre, un hombre capaz de crear, desde un pathos afirmativo y libre de
resentimiento, nuevos valores, valores afirmativos e inmanentes a la vida. Lo
que equivaldrá al desciframiento del sentido de nuestro ser. El ultrahombre
será el sentido de la tierra, que brota de un sinsentido al que nos ha abocado
la historia (del nihilismo).
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