La escuela de Atenas

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lunes, 12 de diciembre de 2016

Nihilismo y crítica de la religión en Nietzsche

La genealogía histórica y psicológica de la tradición occidental da unidad a la compleja obra nietzscheana. A esta luz hay que ver sus grandes temas: nihilismo, eterno retorno, superhombre. Ello acerca a Nietzsche al “típico producto postidealista de ascendencia ilustrada, o filosofías de la sospecha”.
      No pretende elaborar ni cambiar un sistema de verdades, sino una modificación radical del umbral de conciencia, desde el que se determinan los problemas.
      Sobre Grecia: fundamento cultural de la tradición occidental, idea en la que Nietzsche introduce ciertos desplazamientos para modificar su sentido y valor.
      Diagnóstico de nuestra cultura y su desarrollo oculto. Nietzsche se autodenomina el papel de cronista del advenimiento necesario del nihilismo. El nihilismo es la consecuencia del proceso civilizatorio de occidente (de su religión, metafísica y moral), en cuanto proceso de progresivo auto-desenmascaramiento de valores, realidades supremas y criterios. Son nuestros propios valores, los modernos, los que extraen en el nihilismo su última consecuencia. El “todo carece de sentido” es “la lógica pensada hasta el final de nuestros propios valores e ideales, algo que es necesario experimentar”.

La tradición occidental

La tradición que Nietzsche desenmascara es el poderoso resultado del entretejimiento de tres factores: la ratio socrática, el platonismo, y el cristianismo.
      Crítica al hombre histórico: en sus comienzos el hombre es conformado como hombre teorético, contemplador de la vida. Este presupuesto del pensamiento filosófico se encuentra en la evolución general de la tragedia griega. Teatro y teoría comparten la misma raíz. El mismo proceso ocurre en el orden de lo religioso
      Crítica a la actitud vital: al hilo de una transformación en los tres ámbitos, el hombre asume la actitud de espectador, y se forma su propia representación (teorética) sobre lo que conoce: desde las condiciones de vida hasta el destino se constituyen como objeto de contemplación para el sujeto. Un sujeto que al mismo tiempo es libre de destino. La teoría evoluciona junto a este ámbito de “ficción”.
      Crítica de la tesis “positiva”: la ficción del no-destino se manifiesta como acceso a las “verdades eternas”, es decir, la tesis por la cual lo verdadero no es lo que se nos aparece, sino que es necesario distanciarse del mundo material, la vida inmediata, para alcanzar la verdad. Esta tesis implica que las cosas no son como se nos aparecen, sino lo que una teoría podría decir sobre ellas. Esta sobrevalorización del acceso lógico o teórico a lo verdadero conlleva proporcionalmente una negación de la vida y del mundo en nombre del “mundo verdadero”
      Crítica al platonismo: interesa la teoría general en la que ha de ser explicado por qué determinadas acciones deben ser hechas (en términos absolutos). Una acción no debe ser realizada por sí misma, sino por la justicia. El enjuiciamiento debe ser realizado desde un punto de vista general, que coincida con todas las acciones. La visión teorética de la idea de justicia depende del presupuesto de visibilidad de conexiones de acción de la configuración de la polis. En virtud de una subordinación de lo particular a lo general (las acciones a la justicia), se dice que lo verdadero es la idea general que solo puede aprehenderse en una actitud intelectual pura. Los filósofos capaces de ello deberían ser reyes. El estado debe ser pensado a partir de la idea general, en virtud de la cual se han de dar las “políticas prácticas o empíricas”. En igual contexto teórico surge la ciencia como configuración lógico-teórica del mundo y reflexión sobre las verdades generales.
      La posición de Nietzsche: el presupuesto de lo particular bajo lo general descansa sobre una ficción. En las teorizaciones (esquema de explicación), tanto de ámbito moral como científico, late ya el nihilismo. Un nihilismo que consiste en decir que algo es distinto de cómo se percibe de modo inmediato. El nihilismo surge en principio como depreciación de la vida inmediata: radica en decir que lo que es, no es lo que se aparece, sino la correspondiente explicación, sobre todo científico-natural-matemática. Esta reducción a efectos del dominio de la realidad mediante la explicación es expresión de una voluntad de poder.
      Crítica al pensamiento simplificador: toda explicación es una simplificación. Identifica sistemáticamente la expresión explicada con la expresión explicativa, reduciendo así la multiplicidad lingüística. El uso del lenguaje como instrumento manipulable tiene, en realidad, la consecuencia de la perdida creatividad y sentido (color) que se le da a la vida.
      Crítica a la actitud teorética: ¿Cuál es su valor para la vida? Pretende dominar y convertir en disponible su objeto material, la naturaleza y la vida, reduciéndolo todo a leyes. El propio lenguaje es reducido a una gramática que se aprende durante la formación en y hacia una subjetividad general y una determinada orientación vital-cultural. Orientación que se fundamenta en la voluntad de poder.
      Crítica del enjuiciamiento del canon europeo: el enjuiciamiento moral y la correspondiente actitud clasificatoria (bueno-malo) son percibidos por Nietzsche como voluntad de poder (dentro del marco general de lo particular bajo lo general). El pensamiento moral es voluntad de poder, y su sustancia última es nihilista, en la medida en que se dirige contra otras personas, puntos de vista u otras jerarquías. Esto es, ontologiza y absolutiza el propio modo de enjuiciamiento.

Platonismo para el pueblo

También el cristianismo, en cuanto platonismo para el pueblo, cae bajo el veredicto del nihilismo, en la medida en que en él se institucionaliza y difunde el pensamiento moral. Un pensamiento que en su “estadio final” tiende a autonegarse y lleva consigo una desvalorización de todos los valores por él creados, que apurando su lógica llevará al abandono de categorías como fin, unidad o ser.
      La hipótesis cristiana de la moral ha conferido al hombre un valor absoluto, en contraposición a su pequeñez y contingencia en el devenir. Da también un sentido al mal y la miseria. La moral cristiana prepara al hombre un saber de valores absolutos, impidiendo que el hombre se despreciara, que tomara partido de su impotencia inicial contra la vida. El cristianismo ha sido “el gran antídoto” contra la tentación nihilista primaria.
      Más allá de lo bueno y lo malo, la interpretación moral hace del mundo algo “insoportable”. La historia moral del cristianismo se ha expresado en una voluntad de poder mediante la que los esclavos y los oprimidos, los mediocres, fracasados y atormentados han impuesto los juicios de valor más favorables para ellos.
      El cristiano es el animal doméstico, opuesto al tipo superior y digno de vida del hombre, erguido sobre la tierra, con el gran sí en sus labios. El cristianismo ha hecho guerra a este tipo superior de hombre, ha proscrito los instintos fundamentales (los que Nietzsche juga como humanos en el sentido más pleno), y ha extraído de esos mismos instintos el mal. El cristiano ha tomado partido por lo débil, ha hecho un ideal de la contradicción a los instintos de conservación de la vida fuerte. El cristianismo ha hecho sentir como pecaminoso los valores supremos de la espiritualidad.
      Nietzsche defiende la concepción de la vida como crecimiento, duración, acumulación de fuerzas, de poder
      Vinculación Nihilismo-cristianismo: la compasión, el  rasgo central del cristiano, es la praxis del nihilismo (-cristiano): un intento depresivo y contagioso que obstaculiza los instintos que tienden a la conservación y elevación de la propia vida. Se trata de un instinto bajo que tanto como multiplicador de la miseria, como conservador de lo miserable, es un instrumento capital para la intensificación de la decadence.
      En el cristianismo Nietzsche vislumbra una religión nihilista en la que late oculta una moral reactiva, inspirada en última instancia por una moral decadente, que ha llegado al hombre europeo de modo poderoso y recurrente en los ideales ascéticos, que en definitiva son un intento de hacer la vida débil.
      En la religión se descifra el conjunto de medios morbosos a los que el hombre recurre para confrontar su enfermedad.
      Si la religión encuentra su razón de ser en el miedo, también es cierto que el miedo nace en el momento en que el hombre se enfrenta a sí mismo y siente su incapacidad para autoafirmarse en un mundo hostil. También habla de miedo a la naturaleza, sobre la que el hombre intenta imponerse. De ahí el papel del culto y la magia.
                    
Deidad, gramática, nihilismo negativo
Crítica gramatical: en el orden al que algo es dicho como algo diferente de lo que es, siendo subsumido bajo un concepto que debe satisfacer. El esquema gramatical es el modo en el que se mueve el pensamiento, algo a lo que no tenemos alternativa. De librarnos de él, dejaríamos de pensar.
La filosofía greco-platónica lo reelaboró, en un principio, a partir de la gramática especial indogermánica, y lo convirtió, absolutizándolo, en el esquema del pensamiento. Un esquema elevado a conciencia, primero en el ámbito académico, y luego en el cristianismo.
Ontología moral de lo general: la actitud vital del hombre teorético se, por su esquema, universalizada, sobre todo en el ámbito moral. Lo individual es remitido y sometido a una ley moral general, y con ello es negado en su realidad. Este sentido de nihilismo negativo lo extrapola Nietzsche  a toda la historia del pensamiento occidental.
Nihilismo negativo: preparado por la ratio socrática, despliegue platónico y consumado en el cristianismo. Al no ser situado el centro de la vida en la vida, sino en el más alla, se priva a la vida de un centro de gravedad.
Nihilismo reactivo: propio del momento de la consciencia en el que el hombre asume el lugar y la función del dios muerto. Se identifica con la tesis de que no hay constitución absoluta de las cosas, ni cosas-en-sí. Nada posee valor, se trata de un síntoma de fuerza por parte del sujeto valorador. En la medida en que se confunde con la negación de la realidad verdadera, se podría considerar una forma extrema de fenomenología
Nihilismo pasivo: decadencia y retroceso del poder del espíritu, signo de debilidad y fatiga, que emerge cuando la síntesis de valores y metas sobre la que descansa una cultura fuerte se disuelve, de modo que los diferentes valores pasan competir en un marco de disgregación.
Nihilismo como síntoma: los desheredados carecen ahora de consuelo, por lo que destruyen para ser destruidos. “esta es la forma europea de budismo, el hacer-no, una vez que toda existencia ha perdido su sentido”.
Nihilismo como estado normal: desvalorización de todos los valores supremos y matar a dios a partir de un determinado momento histórico.
Nihilismo radical: convencimiento de la insostenibilidad de la existencia, así como de sus valores más altos. No tenemos el menor derecho a plantear un más allá ni un en-sí de las cosas
Nihilismo activo: signo de fuerza, un espíritu tan elevado que sus anteriores convicciones le resultan inadecuadas. Ideal de supremo poderío del espíritu, de la vida más exuberante; en parte destructivo, en parte irónico.
Nihilismo consumado: una vez que la fe en dios y en un orden moral ya no resulten sostenibles. Autonegación de la moral por razones morales. La moral se desvela a sí misma como trama de ficciones utilitarias.


Nihilismo consumado y decadencia del cristianismo 
La crítica nietzscheana no se autoconcibe como moral. Y no solo por situarse más allá de ese constructo ilusorio y “funcional”, sino porque considera vivir en una época donde la moral se consume y pierde sentido y validez. Pierde su funcionalidad vital.
Mientras el pensamiento occidental pudo creer que lo general es la verdad frente a lo particular, pudo ser fuerte, ganar todo el terreno. Alentó grandes configuraciones culturales. El descubrimiento de su carácter nihilista y de la naturaleza última de la lógica de la decadencia, debilita su fuerza. El hecho de que haya llevado esa lógica hasta sus últimas consecuencias es precisamente donde se reconoce su carácter nihilista. El proceso ha sido también el de la negación (y autonegación) de la propia moral por razones morales.
La propia moral cristiana termina con el cristianismo porque la moral predica como valor fundamental el “usar metáforas acostumbradas, mentir según una convención fija”, que acaba constituyéndose como fuerza negadora de la propia moral
Crítica de la genealogía: cataloga sus rasgos: negación del mundo real en nombre del mundo verdadero, desconfianza ante las pasiones y lo instintivo, idea de ser como uno o cosa-en-sí, búsqueda de garantías del orden establecido, debilitación de la vida y sumisión a un principio supremo, penetrabilidad cognoscitiva del Todo por parte de la razón, tendencia a autoconstituirse en un sistema de definición y fijación de deberes, carácter terapéutico, fruto de la impresión de seguridad al precio de aceptar la autoridad.
Esta racionalidad evoluciona históricamente hasta llegar al nihilismo consumado. El factor decisivo es la decadencia del cristianismo. Cómo el mundo verdadero se convierte en fábula: la falsedad y mendicidad de toda interpretación cristiana ha dado lugar a un abismo entre el “dios es la verdad” y el “todo es falso”.
Pero Nietzsche es consciente de que la penetración cognitiva en la sustancia nihilista última del pensamiento europeo, su “desenmascaramiento”, no equivale a la superación de su forma de vida. Pues al fin y al cabo, el esquema lógico-gramatical de ese comportarse-en-el-mundo permanece inalterable. No es posible sustraerse a este esquema de pensamiento.
Por eso Nietzsche, que descifra la historia del pensamiento europeo, de raíz socrático-platónica, y de la religión, en su entrelazamiento como nihilismo, se autocaracteriza como primer nihilista consumado de Europa; porque es consciente de que su desenmascaramiento y su elevación a consciencia teorética no equivalen a su superación, sino que lo consuma, contrariamente, una vez más en una repetición del esquema de la consideración teorética del mundo. Nietzsche descifra el nihilismo como destino.
La consideración teorética: cabe elevar a esencia la consciencia de la historia, como hace en sus análisis histórico-genéticos. Cabe caracterizar esa historia, pero cuando se hace surge una nueva imagen teorética del pensamiento, una simplificación o teoría del propio pensamiento europeo. Lo que no resulta posible, en cualquier caso, es sustraerse a la gramática, que determina ontológico-moralmente el uso linguistico hasta la última frase. De pretender sustraerse a la gramática, se perdería el propio concepto de pensamiento lógico y de razón.
El no poder sustraerse a la razón, por mucho que se eleve a consciencia su carácter esquematizador,  coloca al nihilismo en la condición de filosofía trágica. Cuando el nihilismo es así autoconsciente, se consuma. El nihilismo asentido que se hace cargo de sí mismo en mutua relación trágica con la vida.

Muerte de dios y superación del nihilismo.
Todo está al servicio de la vida. Para orientarse, los seres humanos inventan hipótesis, imponen leyes.
La vida es voluntad de poder. el mundo también es voluntad de poder (el mundo dionisíaco  que se “crea a sí mismo eternamente y eternamente se destruye”
La vida no se ofrece globalmente como un todo, ni puede, dada la esencia de todo determinarse, hacerlo.
Economía de la conservación de la especie, una economía despilfarradora e insensata: los afectos acompañan la consideración teorética del mundo: la alegría por el mal ajeno, la codicia… son instrumentos de esta economía.
Esquema de la representación teorética: No se sabe, en efecto, por qué han sido conformados estos afectos, ni para qué, pues para saberlo habría que salir de la vida y acceder a la condición de teorético en un estado cuasi-divino. La filosofía concibió a dios como teórico puro, situado más allá de toda subjetividad y toda concepción, aunque capaz de traspasar los afectos humanos. Dios, por tanto, fue concebido como absolutización del esquema gramatical básico de la teoría y (de la posición del espectador no participante). Este es el dios cuya muerte anuncia Nietzsche. Un dios pensado como causa de todas las cosas, esto es, como una prolongación del esquema de nuestras explicaciones, en las que reducimos todo a casos idénticos y a leyes. Un dios que siendo el resultado de la absolutización del esquema lógico-gramatical, lo es también de la fe.
La muerte de dios significa, aquí, que el concepto dios que refiere a la posición teorética absoluta más allá de la vida, el concepto de dios así entendido, lo es en y desde el nihilismo. Aquí queda superado el dios moral. Porque no tiene sentido imaginarse un dios más allá de lo bueno y lo malo.
Las exigencias morales dejan de valer tan pronto como se deja de creer en el carácter absoluto de su pretensión. Pero las formas lingüísticas y las formas del pensamiento son infranqueables, nos seguirán obligando aunque seamos conscientes de su condición de mero esquema. Sencillamente porque no hay alternativas a las mismas.
Por tanto, se podría decir que no nos libraremos de dios mientras exista la gramática, como Nietzsche mismo nos advierte. El nihilismo es así descrito  como la fe insuperable en un dios ya muerto… una filosofía común de la gramática que opera más allá de las diferencias de contenidos cosmovisionales.
Así, el nihilismo soporta el pensamiento de que es necesario superar a dios pero es imposible eliminarlo.
Desde la autocomprensión nietzscheana no cabe hablar de una doctrina asumible como verdadera en todas sus proposiciones. Nietzsche apunta a una comprensión para la que aún no hay esquemas ni conceptos, y que en su negatividad puede ser llamada estética.
La superación del nihilismo europeo: no puede ser, a su vez, objeto de una nueva prescripción ni de un esfuerzo de hombre moral. Condiciones de posibilidad de la superación: consideración de la ontología moral que condiciona el espíritu europeo hasta en la estructura profunda del lenguaje y del pensamiento como algo devenido, no absoluto, como la aceptación del nihilismo como destino. La aceptación de la propia situación, de la época a la que hemos sido arrojados
El Nietzsche positivo: la transvaloración de todos los valores y el ultrahombre. La primera la concibe como acto de suprema autognosis de la humanidad, que permitirá acabar con la consideración socrático-platónica del mundo (y la mentira de orden moral que ha hecho de la vida algo culpable), posteriormente una educación al hombre en la conciencia del devenir… será así al fin posible una gran política. La transvaloración se concibe así como una inversión del punto de partida: de la negación originaria de la vida de la interpretación platónico-cristiana (que sería un cambio de sentido, no inversión, y que mantendría la culpa, el pecado y el sacrificio), a la afirmación originaria a la vida. La transvaloración conlleva una redefinición de lo bueno y lo malo. Pero no en el sentido de una propuesta de valores (trascendentes) nuevos, sino en el sentido de las virtudes o los valores afirmativos de lo individual-vital. Valores vacíos de todo carácter absoluto y toda pretensión universalista. Lo bueno es una invención, defensa y necesidad del hombre: bueno es cuanto eleva el sentimiento de poder, malo cuanto procede de la debilidad. La felicidad es el sentimiento de que el poder crece, de que una resistencia ha quedado superada. La auténtica libertad solo nace del exceso de fuerza y se prueba mediante el escepticismo. Liberados de las convicciones, accederemos a la gran salud. Salud que atribuye al hombre libre, que no se somete a las convicciones, ni cree en ficciones, con un poderoso sí.

La gran política, que corresponde a esta gran salud, requiere o hará posible el ultrahombre, un hombre capaz de crear, desde un pathos afirmativo y libre de resentimiento, nuevos valores, valores afirmativos e inmanentes a la vida. Lo que equivaldrá al desciframiento del sentido de nuestro ser. El ultrahombre será el sentido de la tierra, que brota de un sinsentido al que nos ha abocado la historia (del nihilismo). 

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