Cógito ergo sum, pienso luego soy
Emplea la duda metódica para descubrir si
hay verdades indudables.
En el acto mismo de la
duda, se pone de manifiesto mi existencia.
La hipótesis
metafísica del genio maligno (duda hiperbólica) sirve para tomar conciencia de
la posible falsedad de todo cuanto conocemos (duda natural), en concreto las
verdades matemáticas.
Es posible dudar de
todo, salvo de la propia existencia. Si estoy engañado, tengo que existir para
estarlo.
Lo mismo observó San Agustín: si me
equivoco, existo. Ahora bien, la duda es una forma de pensamiento, y Descartes
entiende por pensar “todo aquello de lo que somos conscientes como operante en
nosotros”. Así, prefiere no utilizar la forma hipotética a la vez que amplía el
concepto de existencia al de pensamiento, llegando a decir que en el momento
que se deje de ser conscientes, se deja también de existir.
Pero
del hecho de existir cuando y mientras pienso, no puedo concluir que existo
cuando no pienso. Concebir es existir. Yo soy, yo existo, es necesariamente
verdad mientras lo puedo concebir.
Descartes
se expresa en forma inferencial: pienso luego soy. Cada individuo tiene una
intuición mental de su propia existencia. Se plantea la cuestión de si la
existencia se intuye o se infiere.
Yo
pienso, por lo tanto soy o existo. Silogismo: todo lo que piensa es, o existe. La
prioridad de esta premisa mayor es implícita.
La
mente está constituida por naturaleza de modo que las proposiciones generales
se forman a partir de proposiciones particulares
La
explicación: intuyo en mi propio caso la conexión necesaria entre mi pensar y
mi existir. Intuyo en un caso concreto la imposibilidad de mi pensar sin mi
existir. Se trata de una intuición (visión mental que se reconoce per se). Lógicamente
hablando, cogito ergo sum presupone una premisa general, pero eso no significa
que la mente piense antes lo general e infiera de él lo particular. Sería más
correcto decir que la premisa general sigue, es concomitante a la intuición, en
el sentido de que se descubre como latente o implicado en la intuición.
¿Qué
significa pensar? Todo aquello de lo que somos conscientes como operante en
nosotros. Entender, querer, imaginar, e incluso sentir son aquí la misma cosa. Descartes
quiere decir que, incluso si nunca hubiésemos sentido, ni percibido, ni
imaginado ningún objeto realmente existente, del propio cuerpo o exterior, no
por ello deja de ser verdadero que nos parece percibir, imaginar y sentir. Y en
la medida en que tenemos esas experiencias, procesos mentales conscientes,
tenemos conciencia de nuestra existencia.
Del
hecho de que pienso que ando puedo inferir la existencia de la mente que lo
piensa, pero no la del cuerpo que anda. Puedo soñar que camino, y para soñar
tengo que existir, pero de ahí no se deriva que camine realmente. Es válido
afirmar la existencia de la mente por el pensamiento, pero no la existencia de
la realidad de lo percibido.
Cogito
ergo sum es la verdad indubitable sobre la que Descartes fundamenta su
filosofía. Es su primer principio. Es el primer juicio existencial. Descartes no
se propone construir su filosofía sobre un principio lógico abstracto. Cuando dice
que esa proposición es la primera y la más segura, está pensando en el ordo
cognoscendi. No se refiere al ordo essendi donde dios es el fundamento y no la
inferencia. En el ordo cognoscendi o inveniendi es posible dudar de la
existencia de dios, pero no del cógito, por eso es más seguro partir de este
principio. Sin embargo, es una contradicción dudar de que yo existo. Yo no
podría dudar si no existiera, al menos durante el periodo de la duda.
El argumento ontológico para probar la
existencia de Dios
Podría esperarse que después de haberse
cerciorado de la verdad de dos juicios
existenciales: el cógito y la proposición que afirma la existencia de dios; y
de todos los juicios del orden ideal que son percibidos clara y distintamente,
Descartes procedería a afirmar la existencia de las cosas materiales. Sin embargo,
procede a exponer el argumento ontológico en favor de la existencia de dios. Y la
conexión de este tema con lo anterior es la siguiente reflexión: todo lo que
percibo clara y distintamente como
perteneciente a un objeto, le pertenece realmente. Sé que las propiedades que
percibo clara y distintamente de un triángulo le pertenecen realmente. ¿Puedo
demostrar la existencia de dios mediante la consideración de las perfecciones
contenidas en la idea de dios?
Descartes
afirma que la existencia es en sí misma una de las perfecciones de dios, y
pertenece a su esencia. Utiliza la siguiente comparación: puedo concebir un triángulo
rectilíneo sin atribuirle existencia, aunque estoy obligado a admitir que la
suma de sus ángulos equivale a dos rectos. Aquí, la existencia no es una
perfección esencial de la idea de triángulo. Y del hecho de que no pueda
concebir un triángulo rectilíneo cuyos ángulos no equivalgan a dos rectos, se
sigue solamente que, si hay un triángulo rectilíneo existente, sus ángulos
equivalen a dos rectos, pero no se deriva necesariamente su existencia.
La
esencia divina, por el contrario, al ser la perfección suprema, comprende la
existencia, que es a su vez una perfección. De ahí que no pueda concebir a dios
sino como existente. es imposible entender la idea de dios (que comprende la
existencia) y al mismo tiempo negar su existencia. Es una necesidad del objeto
mismo (dios) el concebirlo como existencia. La idea de dios es una idea
privilegiada, de ninguna otra cosa se concibe su esencia como existencia
Descartes
se niega a admitir que el argumento ontológico pueda ser reducido a una mera
definición verbal. En sus Objeciones afirma que la conclusión a sacar es:
cuando entendemos lo que significa la palabra dios, se entiende que dios existe
en la realidad y no solo en la mente. Pero el hecho de que una palabra implique
algo no es razón para que eso sea verdadero. Ahora bien, la argumentación era
la siguiente: aquello que clara y distintamente entendemos que pertenece a la
naturaleza verdadera e inmutable de algo, a su esencia o forma, puede ser
afirmado con verdad de esa cosa. Entendemos clara y distintamente la existencia
como esencia de dios, podemos por tanto afirmar que existe.
Descartes
cree que tenemos una visión positiva de la naturaleza divina. Sin esa
suposición, el argumento ontológico no se tendría en pie. Sin embargo, la
propia suposición es la principal dificultad para aceptar el argumento.
Descartes
expone el argumento ontológico en la quinta meditación, cuando ya ha sido
probada la existencia de dios y se ha establecido que todo lo que se percibe
clara y distintamente es verdadero. El que haya probado la existencia de dios
en la tercera meditación, y profundice en la quinta, solo significa que
procede, aplicando su propio método, en virtud del ordo inveniendi, el orden de
descubrimiento y el ordo docendi, el orden de enseñanza o exposición
sistemática
Dos
puntos de vista: racionalista, según el cual las argumentaciones son realmente
procesos de inferencia: a esta luz, hizo bien en separar el argumento ontológico de las pruebas a posteriori de la tercera
meditación, aunque al mismo tiempo agudizó el problema del circulo vicioso en
lo que respecta a las pruebas a posteriori. En segundo lugar, está el punto de
vista agustiniano: uno se conoce realmente a sí mismo, al yo cuya existencia es
afirmada en el cógito ergo sum, a menos que se conozca como un término de la
relación yo-dios. Conocemos el yo como imperfecto solamente porque tenemos un
conocimiento implícito de dios en la idea innata de lo perfecto. Y una función
del argumento ontológico es mostrar, profundizando en la idea de lo perfecto
(datum original), que dios no solo existe en relación a nosotros, sino de modo
necesario y eterno en virtud de su esencia.
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