La escuela de Atenas

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miércoles, 12 de octubre de 2016

Descartes. Cógito ergo sum. Argumento ontológico

Cógito ergo sum, pienso luego soy

Emplea la duda metódica para descubrir si hay verdades indudables.
En el acto mismo de la duda, se pone de manifiesto mi existencia.
La hipótesis metafísica del genio maligno (duda hiperbólica) sirve para tomar conciencia de la posible falsedad de todo cuanto conocemos (duda natural), en concreto las verdades matemáticas.
Es posible dudar de todo, salvo de la propia existencia. Si estoy engañado, tengo que existir para estarlo.
Lo mismo observó San Agustín: si me equivoco, existo. Ahora bien, la duda es una forma de pensamiento, y Descartes entiende por pensar “todo aquello de lo que somos conscientes como operante en nosotros”. Así, prefiere no utilizar la forma hipotética a la vez que amplía el concepto de existencia al de pensamiento, llegando a decir que en el momento que se deje de ser conscientes, se deja también de existir.
                Pero del hecho de existir cuando y mientras pienso, no puedo concluir que existo cuando no pienso. Concebir es existir. Yo soy, yo existo, es necesariamente verdad mientras lo puedo concebir.
                Descartes se expresa en forma inferencial: pienso luego soy. Cada individuo tiene una intuición mental de su propia existencia. Se plantea la cuestión de si la existencia se intuye o se infiere.
                Yo pienso, por lo tanto soy o existo. Silogismo: todo lo que piensa es, o existe. La prioridad de esta premisa mayor es implícita.
                La mente está constituida por naturaleza de modo que las proposiciones generales se forman a partir de proposiciones particulares
                La explicación: intuyo en mi propio caso la conexión necesaria entre mi pensar y mi existir. Intuyo en un caso concreto la imposibilidad de mi pensar sin mi existir. Se trata de una intuición (visión mental que se reconoce per se). Lógicamente hablando, cogito ergo sum presupone una premisa general, pero eso no significa que la mente piense antes lo general e infiera de él lo particular. Sería más correcto decir que la premisa general sigue, es concomitante a la intuición, en el sentido de que se descubre como latente o implicado en la intuición.
                ¿Qué significa pensar? Todo aquello de lo que somos conscientes como operante en nosotros. Entender, querer, imaginar, e incluso sentir son aquí la misma cosa. Descartes quiere decir que, incluso si nunca hubiésemos sentido, ni percibido, ni imaginado ningún objeto realmente existente, del propio cuerpo o exterior, no por ello deja de ser verdadero que nos parece percibir, imaginar y sentir. Y en la medida en que tenemos esas experiencias, procesos mentales conscientes, tenemos conciencia de nuestra existencia.
                Del hecho de que pienso que ando puedo inferir la existencia de la mente que lo piensa, pero no la del cuerpo que anda. Puedo soñar que camino, y para soñar tengo que existir, pero de ahí no se deriva que camine realmente. Es válido afirmar la existencia de la mente por el pensamiento, pero no la existencia de la realidad de lo percibido.
                Cogito ergo sum es la verdad indubitable sobre la que Descartes fundamenta su filosofía. Es su primer principio. Es el primer juicio existencial. Descartes no se propone construir su filosofía sobre un principio lógico abstracto. Cuando dice que esa proposición es la primera y la más segura, está pensando en el ordo cognoscendi. No se refiere al ordo essendi donde dios es el fundamento y no la inferencia. En el ordo cognoscendi o inveniendi es posible dudar de la existencia de dios, pero no del cógito, por eso es más seguro partir de este principio. Sin embargo, es una contradicción dudar de que yo existo. Yo no podría dudar si no existiera, al menos durante el periodo de la duda.


El argumento ontológico para probar la existencia de Dios

Podría esperarse que después de haberse cerciorado  de la verdad de dos juicios existenciales: el cógito y la proposición que afirma la existencia de dios; y de todos los juicios del orden ideal que son percibidos clara y distintamente, Descartes procedería a afirmar la existencia de las cosas materiales. Sin embargo, procede a exponer el argumento ontológico en favor de la existencia de dios. Y la conexión de este tema con lo anterior es la siguiente reflexión: todo lo que percibo clara y distintamente  como perteneciente a un objeto, le pertenece realmente. Sé que las propiedades que percibo clara y distintamente de un triángulo le pertenecen realmente. ¿Puedo demostrar la existencia de dios mediante la consideración de las perfecciones contenidas en la idea de dios?
                Descartes afirma que la existencia es en sí misma una de las perfecciones de dios, y pertenece a su esencia. Utiliza la siguiente comparación: puedo concebir un triángulo rectilíneo sin atribuirle existencia, aunque estoy obligado a admitir que la suma de sus ángulos equivale a dos rectos. Aquí, la existencia no es una perfección esencial de la idea de triángulo. Y del hecho de que no pueda concebir un triángulo rectilíneo cuyos ángulos no equivalgan a dos rectos, se sigue solamente que, si hay un triángulo rectilíneo existente, sus ángulos equivalen a dos rectos, pero no se deriva necesariamente su existencia.
                La esencia divina, por el contrario, al ser la perfección suprema, comprende la existencia, que es a su vez una perfección. De ahí que no pueda concebir a dios sino como existente. es imposible entender la idea de dios (que comprende la existencia) y al mismo tiempo negar su existencia. Es una necesidad del objeto mismo (dios) el concebirlo como existencia. La idea de dios es una idea privilegiada, de ninguna otra cosa se concibe su esencia como existencia
                Descartes se niega a admitir que el argumento ontológico pueda ser reducido a una mera definición verbal. En sus Objeciones afirma que la conclusión a sacar es: cuando entendemos lo que significa la palabra dios, se entiende que dios existe en la realidad y no solo en la mente. Pero el hecho de que una palabra implique algo no es razón para que eso sea verdadero. Ahora bien, la argumentación era la siguiente: aquello que clara y distintamente entendemos que pertenece a la naturaleza verdadera e inmutable de algo, a su esencia o forma, puede ser afirmado con verdad de esa cosa. Entendemos clara y distintamente la existencia como esencia de dios, podemos por tanto afirmar que existe.
                Descartes cree que tenemos una visión positiva de la naturaleza divina. Sin esa suposición, el argumento ontológico no se tendría en pie. Sin embargo, la propia suposición es la principal dificultad para aceptar el argumento.
                Descartes expone el argumento ontológico en la quinta meditación, cuando ya ha sido probada la existencia de dios y se ha establecido que todo lo que se percibe clara y distintamente es verdadero. El que haya probado la existencia de dios en la tercera meditación, y profundice en la quinta, solo significa que procede, aplicando su propio método, en virtud del ordo inveniendi, el orden de descubrimiento y el ordo docendi, el orden de enseñanza o exposición sistemática

                Dos puntos de vista: racionalista, según el cual las argumentaciones son realmente procesos de inferencia: a esta luz, hizo bien en separar el argumento ontológico  de las pruebas a posteriori de la tercera meditación, aunque al mismo tiempo agudizó el problema del circulo vicioso en lo que respecta a las pruebas a posteriori. En segundo lugar, está el punto de vista agustiniano: uno se conoce realmente a sí mismo, al yo cuya existencia es afirmada en el cógito ergo sum, a menos que se conozca como un término de la relación yo-dios. Conocemos el yo como imperfecto solamente porque tenemos un conocimiento implícito de dios en la idea innata de lo perfecto. Y una función del argumento ontológico es mostrar, profundizando en la idea de lo perfecto (datum original), que dios no solo existe en relación a nosotros, sino de modo necesario y eterno en virtud de su esencia. 

1 comentario:

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