Todas las cosas que aprehendemos clara y distintamente pertenecen al reino de la posibilidad. Es decir, pueden ser creadas por dios, aun cuando no sepamos si lo han sido. Es suficiente que yo aprehenda una cosa clara y distintamente de otra para que esté seguro de que ambas son diferentes y que la una podría ser creada sin la otra.
Ahora bien, por una parte veo que nada pertenece a mi esencia (afirmada en el cogito. Excepto que soy una cosa pensante e inextensa, mientras que por otra parte tengo una idea clara y distinta del cuerpo como una cosa extensa y no pensante. De ahí se sigue que el yo, el alma, es distinta del cuerpo, y puede existir sin él.
Mi existencia como ser pensante no prueba por sí misma la existencia de mi cuerpo, por no hablar de los otros cuerpos. Pero encuentro en mí mismo ciertas facultades como el movimiento, que claramente implican la existencia de una substancia corpórea o extensa. Pues en la percepción clara y distinta de esta facultad, la extensión está incluida mientras que el pensar no lo está.
Además, la percepción sensible comprende una cierta pasividad, en el sentido de que no depende de mí el qué impresiones reciba. Esta facultad de percepción sensible no presupone el pensamiento. Por otra parte, en la medida en que recibo impresiones, a veces contra mi voluntad, estoy inclinado a creer que vienen a mí cuerpos distintos. Y puesto que dios, que no me engaña, me ha dado una inclinación a creer reales las ideas que me son transmitidas por los objetos, hemos de concluir la existencia de objetos corpóreos. Aunque no fueran exactamente como los percibimos, los objetos externos existen.
Ni en las Meditaciones ni en los Principios de Filosofía trata el problema de nuestro conocimiento de otras mentes. Pero su argumentación general consiste en que recibimos impresiones o ideas, y ya que dios nos ha dado una inclinación natural a atribuirlas a la actividad de causas materiales externas, éstas tienen que existir.
Dejamos de un lado la duda hiperbólica que sugiere que la vida podría ser un sueño y todo lo percibido podría no ser real. Cerciorados de la existencia tanto de la mente como del cuerpo, hay que investigar la relación entre ambos. `
Las substancias y sus atributos principales
Substancia: cosa existente que no requiere más de sí misma para existir. En sentido literal, esta definición solamente se aplica a dios. Nada excepto dios responde a esta definición, como ser que es absolutamente auto-subsistente, porque percibimos que no hay cosa creada que pueda subsistir sin su poder. Pero Descartes no saca la conclusión, como Spinoza, de que solo hay una substancia, y que todas las criaturas son modificaciones de esta substancia única. Descartes concluyó que la palabra substancia no puede ser predicada en sentido unívoco de dios y de otros seres. Procedió en dirección opuesta, igual que los escolásticos: ellos aplicaban la palabra substancia primero a las cosas naturales, y luego, por analogía, a dios. Descartes lo hace justo al contrario, de dios hacia las criaturas, de acuerdo con su procedimiento de ir de las causas a los efectos. Aunque Descartes no es panteísta, podemos descubrir en su manera de pensar un estadio preliminar del desarrollo de la concepción espinosiana de substancia.
Si dejamos a dios al margen, y pensamos en la substancia su aplicación en las criatura, vemos que hay dos clases de substancia y se predican ambas de modo unívoco: las substancias creadas, corpóreas o pensantes, son cosas que solo necesitan del concurso de dios para existir (actividad de conservación). Lo que percibimos no son substancias como tales, sino los atributos de las substancias. Estos atributos nos ofrecen el conocimiento de las substancias. No todos los atributos están en pie de igualdad. Hay siempre una propiedad principal de la substancia, que constituye su naturaleza o esencia, y de la que dependen los demás atributos. La diferenciación de las substancias es gracias a la consideración de sus atributos, propiedades y cualidades.
Descartes procedió a asignar a cada especie de substancia un atributo principal, que identifica con la substancia misma. Su modo de determinar el atributo principal de la substancia es preguntarse qué se percibe clara y distintamente de él, como su atributo imprescindible. Todos los demás atributos presupondrían el fundamental. Conclusión: no se puede distinguir entre substancia y atributo principal. Para todos los fines prácticos son idénticos.
El atributo principal de la substancia espiritual es el pensar. El atributo principal de la substancia corpórea es la extensión (en longitud, anchura y profundidad). Concepción geométrica de la substancia corpórea, considerada aparte del movimiento y la energía. Los atributos principales que constituyen una substancia son inseparables de ésta, pero también son sus modos. Las modificaciones variables de los atributos del pensamiento o la extensión son denominados modos. Puesto que en dios no hay cambios, no tiene modos o cualidades. Cuando consideramos el pensamiento o la extensión como modos de las substancias, los pensamos como modificables de ciertas maneras. Modo se reserva para las modificaciones variables de las substancias creadas.
La relación mente-cuerpo
El ser humano consta de dos substancias separadas. La relación mente –cuerpo es análoga al de piloto-nave. Según los principios de Descartes, es muy difícil mantener que hay una relación intrínseca entre ambos factores. Si yo soy una substancia toda la cual es pensar, y el cuerpo no piensa, el cuerpo no pertenece a mi esencia o naturaleza. Yo soy un alma alojada en un cuerpo. El cuerpo se relaciona con el alma como un instrumento a un agente. Definición del hombre como espíritu que hace uso del cuerpo. pero Descartes da cuenta también de la unión entre el cuerpo físico y la mente, por ejemplo, a través del dolor.
Descartes se encuentra en una situación difícil. Por una parte, su aplicación del criterio de claridad y distinción le lleva a subrayar la distinción real entre alma y cuerpo, e incluso presentárselos como unidades completas independientes. Por otra parte, tampoco quería aceptar la analogía del piloto-nave, pues sabe que el cuerpo y el alma se influyen mutuamente, y tienen que constituir, en algún sentido, una unidad.
Descartes sitúa físicamente el alma o la mente, no ya en el cerebro como conjunto, sino en la glándula pineal. La localización del punto de interacción entre alma-cuerpo no resuelve los problemas de dicha relación.
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