Comenzando por unas cuestiones finales:
Una vez efectuada la reducción, se toma
conciencia de la no apodicticidad del mundo, y se considera su existencia en
tanto re-con-ducida al yo. Husserl, por tanto, ni niega ni afirma la realidad
exterior, sino que se centra, exclusivamente, en el ser que aparece a la
conciencia, el ser que el mundo tiene como fenómeno.
La
conciencia pura trascendental separa radicalmente la existencia inmanente y la
trascendente. Husserl se centra en la inmanente, ya que si el mundo es relativo
a la conciencia, hemos de considerar su existencia en tanto que reducida, nos
detenemos únicamente en lo que nos aparece de él. Esto no sustituye la
existencia del mundo por el fenómeno del mismo en cuanto mero ser para la
conciencia, porque el idealismo de Husserl no es absoluto sino trascendental. La
intencionalidad de la conciencia nunca se pierde y la reducción del mundo es la
condición necesaria para “ganarlo”, como sentido del mismo por la vía de llevar
el ser a su condición de fenómeno de la conciencia.
Epojé y reducción no son sinónimos. La primera
es el paso previo a la segunda en cuanto descubre la subjetividad y su
intencionalidad, pero la reducción supera la actitud natural y penetra en la
trascendentalidad de lo subjetivo. La epojé neutraliza la existencia del mundo,
pero con la reducción trascendental reencontramos su existencia en el ego
trascendental. No se trata de pasar de la conciencia reflexiva al ego
(condicionador de toda posibilidad), sino de reintegrar el mundo en una esfera
del ser que lo trasciende.
La
reducción trascendental es un resultado de la reducción fenomenológica y es
simultánea a la actitud trascendental (y su adopción), fundamental para llegar
a las cosas mismas, sin reducirlas a sus contenidos de experiencia.
Las
“cosas mismas” reconducidas al ego trascendental, son vivencias que se
descomponen en: contenido de conciencia (noema) y acto de expresión de dicho
contenido (noesis). Tras la reducción trascendental, no solo aparece lo que se
da a conocer a la conciencia como unidad de sentido, sino también la propia
unidad de la conciencia, configurada por la correlación noesis-noema. Ambas no
son independientes, sino la correlación característica de la conciencia
intencional (no trata un ser en sí, sino un ser para…) entre el acto de
conciencia y el objeto. No hay noesis sin noema. La primera es producida por el
cogito, la segunda por la cogitatio. Su unidad
en la conciencia implica la vida como polo subjetivo de la constitución del
sentido (y eso es el ego trascendental)
La
constitución del sentido es posibilitada porque la reducción trascendental re(con)duce
lo dado al ego trascendental. Este es condición de posibilidad del sentido del
mundo –no creador ex nihilo- del mismo. Por él el mundo se convierte en una
unidad intencional motivada conscientemente. Esa subjetividad no es el yo
empírico, sino una instancia reflexiva no relativa a ninguna otra, y que por
ello puede denominarse absoluta.
Esta
instancia reflexiva produce la ciencia, pero ninguna ciencia particular da
cuenta de la subjetividad trascendental. Esta es la tarea de la fenomenología
trascendental, que pretende volver a las cosas mismas. Las cosas mismas no son
las cosas en sí ni las representaciones. Husserl está en contra de la ciencia,
en parte, por eliminar la subjetividad en beneficio de la “cuantificación” de
hechos. Husserl fue un prestigioso matemático que aun así reconoció los
avances de las ciencias físico-matemáticas,
pero nunca perdió el carácter relativo de su método, y a la importancia de la
cuestión de la base y, concretamente, el sujeto que produce su correspondiente “mundo
de la vida”
En
conclusión:
Es por ello que considera la reducción como
el cambio de actitud exigido para la vida en la apodicticidad, la cual está
llamada a trasformar a la persona. Esta reducción lleva a las cosas mismas por
una reconversión de la mirada, un distanciamiento que posibilita las
significaciones intencionales. Por su parte, la subjetividad trascendental a la
que somos reconducidos no está reñida con la existencia, pero no cae en el
subjetivismo antropologista de la vida mundana.
La
reducción trascendental no es lo mismo que la reducción eidética. Ésta nos
lleva al eidos mediante la variación imaginativa de las características individuales
y concretas de la realidad fenoménica hasta hallar algo invariable en relación
con lo cual son aquellas variaciones. Si la reducción trascendental nos lleva
al yo trascendental, la reducción eidética nos revela la esencia del yo, que es
la de ser fuente de todo sentido. Husserl llegaría a considerar que la
reducción eidética es la responsable de la intuición categorial.
El
análisis trascendental, supone un progreso con relación al eidético, porque el
ser es tematizado por sí mismo y determinado como constituido en la
subjetividad trascendental. La esencia fenomenológica no es sustantiva, como la
platónica, no tiene sentido en sí, sino únicamente en correlación con los actos
de la subjetividad.
Si
la fenomenología parte de Descartes, de la apodicticidad del ego cógito, para
descubrir la subjetividad trascendental a la que el mundo está referido y
gracias a la cual adquiere sentido, lo hace eliminando el realismo cartesiano y
la sustancialidad de su cógito. No es una vuelta al cartesianismo, sino a las cosas
mismas, que descartes redujo a extensión y opuesto al pensamiento. .
Husserl
cree que el mundo de la vida cotidiana y el de la ciencia tienen su origen en
la vida trascendental , son objetos intencionales de las vivencias, de las síntesis
activas operadas por la conciencia, de las intuiciones originarias de las
entidades pertenecientes a las diferentes regiones de la realidad.
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